Almería tiene mucho que decir en la Andalucía que viene. Esa es la idea que, coincidiendo con la celebración del Día de Andalucía, centró mi participación en el Forum Europa Tribuna Andalucía celebrado en Sevilla hace unos días. Creo que era una buena oportunidad para exponer ante un buen número de empresarios y cargos públicos de toda Andalucía la aspiración de Almería a cobrar más peso y protagonismo en el nuevo tiempo que vive nuestra comunidad tras el cambio de gobierno en la Junta de Andalucía. Un cambio que, en mi opinión, va más allá de la sustitución o el relevo y que plantea a los andaluces la oportunidad de un cambio de registro de dimensión histórica, avanzando en un nuevo modelo social y económico que interprete el futuro de Andalucía fuera del espíritu colonizador del partido, como hizo durante décadas el PSOE en nuestra tierra, vulnerando leyes y maltratando oportunidades. Y como dije en Sevilla, los almerienses debemos ser conscientes del importante papel que va a jugar nuestra provincia en una Andalucía mejor gestionada territorialmente. Hay dos maneras de gestionar el territorio: desde la emoción o desde la inteligencia. Gestionar desde la emoción es mirar el camino con las luces de cruce, poniendo el foco en lo más cercano, mientras que gestionar los territorios desde la inteligencia nos pone una luz más larga que amplía nuestra perspectiva y nos permite tomar mejores decisiones. Por eso creo que la Junta de Andalucía está actuando con inteligencia al otorgar protagonismo a la periferia. Andalucía, que es muy grande y muy diversa, tiene que aprovechar esa diversidad y convertirla en un valor añadido. Cuanto más potenciemos a esa periferia andaluza que cultiva, que exporta, que innova y que entiende la subvención como remedio y no como un sistema de monocultivo, más nos alejaremos del ineficaz y clientelar modelo centralista que impulsó durante décadas el Partido Socialista. Andalucía es mucho más grande y más importante que cualquier partido político. Y en eso incluyo al mío. Porque en ese plano, o como se dice ahora, con ese relato, los pueblos y las ciudades andaluzas salen ganando. Pero no podemos limitarnos a esperar que esa metamorfosis venga simplemente de la mano de la política. A estas alturas creo que los andaluces sabemos qué esperar de la política  y qué no. Y en ese sentido, cambiar Andalucía no es una utopía, porque las utopías no se cumplen. Las utopías son el prólogo intelectual del fracaso. Pero el cambio que está en marcha en Andalucía empieza por todos y cada uno de nosotros. Somos nosotros, los andaluces, los que tenemos que interiorizar y hacer nuestra la idea de que otra Andalucía es posible, porque el cambio es la mejor manera que tenemos de ser diferentes.