Sigo con creciente preocupación la situación de Cataluña y la gravísima fractura social que allí ha abierto el independentismo, radicalizando sus posiciones y empleando una violencia insólita y alarmante, ante la calculada contención del Gobierno central y la irresponsable promoción de los disturbios por parte del gobierno autonómico catalán. Son muchas las reflexiones que pueden hacerse acerca de los difíciles momentos que está viviendo esa parte de España, y no puedo perder de vista el temor compartido a que ese odio que hemos visto estos días en las calles, en las autovías o en los aeropuertos y estaciones, acabe generando un conflicto de dimensiones irrecuperables. Se trata, además, de un odio que no es la respuesta a una situación de opresión u ocupación, como pretende el independentismo, sino el resultado de varias décadas de un sistema educativo cimentado en el desapego a la idea de España. Ante esta espiral de tensión, hemos visto a un Gobierno superado, sobrepasado y desnortado, que evidencia a cada paso que el presidente en funciones está haciendo cálculos electorales en lugar de adoptar medidas claras para garantizar la convivencia y el respeto de los derechos de todos los ciudadanos que viven en Cataluña. Desde el Partido Popular, nuestro presidente, Pablo Casado, ha sido tan tajante y claro como determina la gravedad de la situación: aplicación inmediata de la Ley de Seguridad Nacional y ruptura con el gobierno insensato de Torra. ¿Qué más tiene que pasar en Cataluña para que todos los españoles veamos reaccionar a nuestro gobierno? Si Sánchez cree que por estar en funciones no tiene que funcionar, que se eche a un lado y que a partir del 10 de noviembre deje que el PP de Pablo Casado, que es un partido serio y responsable, mire el problema a la cara y adopte desde el gobierno las medidas necesarias. Y es que la cita electoral nos ofrece a todos la oportunidad de aglutinar un voto útil y cansado de bonitas palabras que no llevan aparejadas acciones reales, para ensamblar una alternativa real a Sánchez y a las ineficaces políticas socialistas. España necesita un gobierno que cumpla y haga cumplir la ley, que respete y haga respetar la Constitución y que no asuma la violencia como parte de la necesaria libertad de expresión. Y es evidente que un PSOE atado por cálculos y compromisos electorales con partidos independentistas está incapacitado para cumplir con éxito esta tarea. Por lo tanto, y por el bien de España, el próximo 10 de noviembre tendremos la oportunidad de elegir la sensatez frente la sinrazón y la defensa efectiva de la democracia en todos los lugares de España.